Nuestro viaje por Perú ha sido
increíble y casi llegamos a olvidar lo que realmente deseábamos ver. Cuando llegamos a
Cuzco sabíamos que estábamos cerca de Machu Picchu, una de las 7 maravillas del
mundo moderno, y la ansiedad se dejaba notar después de casi 7 semanas por Perú.
Cuzco es una preciosa cuidad
colonial, la capital histórica del Perú y fue la gran capital del imperio Inca. Por su antigüedad y trascendencia, el centro de la ciudad conserva
muchos edificios, plazas y calles de épocas precolombinas, así como construcciones coloniales en perfecto estado.
El barrio de San Blas, donde se
concentran los artesanos, talleres y tiendas de artesanía, es uno de los sitios
más pintorescos de la ciudad. Sus calles son empinadas y estrechas con antiguas
casonas construidas por los españoles sobre importantes cimientos incaicos. Tiene
una atractiva plazoleta con una fuente, que iluminada, es uno de los atractivos
de la cuidad.
Para llegar desde aquí a la Plaza de Armas, pasas por una de las
calles más famosas, porque contiene grandes muros incas y su piedra de los doce
ángulos.
En la extensa Plaza de Armas están
la catedral y la iglesia de La Compañía, además de soportales con sus
coquetas balconadas y una fuente con la escultura del Inca que encabezó la resistencia
contra la conquista española.
Hay que destacar también El Coricancha, que fue el santuario más importante dedicado al dios Sol en la época del Imperio Inca y que se encuentra perfectamente insertado en la cuidad.
Cerca la cuidad, se encuentran varias
ruinas del poderoso imperio Inca: Tambomachay, Puka Pukara, Q´enqo y la más
destacable, Saqsaywamán, está es una
colosal construcción, unida por enormes piedras con gran precisión, aunque la
gran mayoría de su estructura fue utilizada por los españoles para construir
sus propias casas en la ciudad. Lo más
llamativo son las magnificas fortificaciones en tres niveles en zigzag con forma
de puma, y su amplia y verde explanada repleta de vicuñas, donde se celebran
fiestas en honor a los incas.
A la
salida de este yacimiento, se haya el monumento del Cristo Blanco, que sirve de
mirador tanto para estas ruinas como para la ciudad de Cuzco.
En el Valle Sagrado del río Urubamba,
hay diversas ciudadelas incas, sus atracciones principales son los majestuosos
yacimientos de Pisac y Ollantaytambo.
El primero se alza por encima de la
aldea en una meseta con profundas gargantas a ambos lados. Esta repleta de
senderos al borde de acantilados con varias fortificaciones, enormes puertas de
piedra, vertiginosas escaleras y un corto túnel excavado en la roca. En lo
alto, se encuentra el centro ceremonial Intihuatana con varios canales y
templos bien conservados. También existe una pared plagada de cientos de tumbas
incas.
Los impresionantes andenes de Ollantaytambo sobrecogen al entrar, tras ascender por ellos llegas a la parte principal del templo, con sus enormes y pesados bloques de piedras que te hacen pensar como pudieron colocarlos ahí. Este complejo fue templo y fortaleza a la vez, y está sobre el adoquinado pueblo del mismo nombre, que a pesar del tiempo conserva su identidad.
De regreso a Cuzco, paramos en la
cuidad de Chinchero, aldea donde parece que no ha pasado el tiempo, con sus gentes
tradicionales, su Plaza de Armas con su Iglesia del S. XVII y sus terrazas
perfectamente conservadas.
Por fin llegó el momento de la visita a las ruinas incas por excelencia, fueron tres días intensos de saborear el entorno que envuelve al Machu Picchu.
El primer día, fue una dura jornada de combi hasta Hidroeléctrica, de ahí tienes que caminar 9km por la vía del tren que accede a Aguas Calientes (Machu Picchu pueblo). El trayecto se realiza en dos horas por la orilla del río Urubamba que rodea el yacimiento, que deja vislumbrar en lo alto de las colinas parte de los asentamientos incas, pero la noche y la lluvia se nos vinieron encima y no pudimos contemplarlo en su plenitud.
A la mañana siguiente, muy de madrugada, comenzamos la subida acompañados de Ainhoa (una amiga de San Sebastián), en una hora y cuarto de dura y húmeda ascensión por hallarnos en zona de selva, nos presentamos en la puerta de acceso. Entramos antes de que llegase la guía para buscar la primera imagen de Machu Picchu sin que estuviera plagado de gente. Ésta es con neblina y sin tener una perfecta panorámica de la cuidad inca, pero la belleza del lugar te deja sin palabras. Habíamos visto cientos de fotografías pero ninguna le hace justicia, es pura fantasía, hay que verlo en persona y gozar del ambiente que lo rodea.
El complejo es una alta montaña
aterrazada que se encuentra en el centro de una hoz enorme que forma el río
Urumbamba, parece un lugar mágico, la niebla aparece y desaparece como una
pompa de jabón, la lluvia cae en forma de lágrimas de plata que brillan e irradian
cuando el gigante sol asoma iluminando todo.
No solo las sofisticadas edificaciones
de los incas son una delicia, si no que el lugar en el que se encuentran es
magnifico, destacando al fondo el
fabuloso pico de Wayna Pichhu. También los nevados y las montañas de verdes laderas que se localizan al otro lado del profundo río, son
un telón de fondo inmejorable para este prodigioso lugar.
Pudimos embriagarnos durante todo el
día de este insuperable ambiente, recorriendo pausadamente todos los rincones
del complejo, primero con la guía y después por nuestra cuenta: la cabaña del guardián, donde están las
mejores panorámicas, el puente inca,
Intihuatana en lo alto de una pequeña colina y que es la puerta de acceso
del famoso camino inca, el propio asentamiento inca con sus fuentes, el templo del sol, templo de las tres ventanas, los baños ceremoniales,
la tumba real, la plaza sagrada y plaza central, sector residencial e
industrial…
y ascender el empinado sendero que lleva a la cumbre del magnifico Wayna Picchu, desde donde se puede divisar la forma de "cóndor" de la que dotaron al enclave.
Al día siguiente, desandamos el camino hacia Hidroeléctrica, esta vez lucía un bonito sol que permitía ver gran parte de las ruinas desde el fondo del valle. El incesante canto de los pájaros nos amenizaba la solitaria ruta, además podíamos diferenciar las distintas construcciones que observábamos y sus diversos picos.
Para cerrar este encantador periplo
de tres días, vamos a los baños de Cocalmayo, unas piscinas termales naturales bajo
un cortado al lado del río. La tranquilidad que ahí se respira es casi total,
ya que apenas hay gente y solo se
escucha la corriente del agua. Son estanques de pizarra con el suelo de pequeños y suaves cantos. El agua es pura y limpia y en su color azul se
refleja el valle.
Perú se acaba y Bolivia se acerca.