sábado, 10 de noviembre de 2012

LLEGADA A LA COSTA


Para llegar hasta aquí todo ha sido mucho más fácil, ya hay carreteras hasta con carril doble de circulación, y se va notando el calor según vamos acercándonos a la playa, esto también se deja notar en el paisaje, bajamos por el semi-seco valle que forma el río Jequetepeque, cada vez hay menos vegetación, todo se va volviendo más  árido y los últimos kilómetros que son paralelos a la costa, la carretera a ambos lados presenta solo desierto y espejismos.

Primero visitamos Chiclayo, una ciudad grande y a priori un poco peligrosa, pero se nos presenta amable y segura, y donde en sus alrededores podemos visitar increíbles museos y restos arqueológicos, que exhiben grandes tesoros.
 
El maravilloso Museo Tumbas Reales de Sipán en Lambayeque es una joya, posee todos los restos de las tumbas encontradas en el pueblito de Sipán, donde hay otro pequeño e interesante Museo de Sitio, y se puede apreciar como se descubrieron estos increíbles sarcófagos  y como se está trabajando en ellos. También visitamos Túcume, un lugar donde hay 16 majestuosas pirámides truncadas que hacían de palacios en su época, aunque hoy solo son montones de tierra, pero la grandeza de las construcciones sobrecoge. Por el contrario el Museo de Ferrañafe, nos decepciona un poco en comparación a los otros, pero la cultura Sícan que la que se muestra aquí, es igual de interesante. Es alucinante como a través de estas ruinas, han podido estudiar y descifrar con tanta paciencia la vida de estos antepasados de una forma tan precisa y minuciosa.
 
La despedida de esta zona fue la visita al Pacifico, a Pimentel, un  pueblo costero con una extensa playa y un muelle larguísimo.
 
 
Posteriormente partimos hacia la zona de Trujillo, que fue habitada por dos civilizaciones fundamentales en el antiguo Perú, Moche y Chimú. Como nos han contado que es una ciudad peligrosa, escogemos como punto base para explorar esta franja el cercano Huanchaco, una tranquila población pesquera, muy pintoresca, llena de barcas de totora (típicas barcas de pesca), de juguetones pelícanos y surfistas que atestan la bahía. Además tiene un elegante muelle desde donde se pueden observar y formar parte de unas brillantes y extraordinarias puestas de sol.
 


                       
Nuestra primera incursión a estas civilizaciones, fue a  la enorme extensión de muros de barro en ruinas que es Chan Chan, el complejo de adobe más grande de la América pre-inca, una cuidad inmensa repleta de palacios reales revestidos de metales preciosos  y construcciones más simples del pueblo llano. De los nueve palacios reales que perduran, solo se puede visitar uno, una meticulosa tarea de reparación y mantenimiento que te transporta a esta capital Chimú.
 


Vemos también los templos Moches, Huaca del Sol y Huaca de la Luna, grandiosas pirámides de varios niveles, conectados por empinadas escaleras y enormes rampas, que  tenían en su interior cerámicas, metales preciosos y bonitos frisos policromos, que aún se conservan. Están ubicadas en la base del Cerro Blanco, una granítica montaña que destaca sobre el desértico paraje.




Es una zona que al tener tanta riqueza arqueológica, sin la ayuda de las oficinas de turismo y de los guías que hemos contratado en cada lugar, no hubiésemos podido entender y admirar estas antiguas culturas peruanas.
 
A pesar de la mala fama de Trujillo, es una visita obligada, la colonización ha dejado una huella imborrable, desde su inmensa y colorida Plaza de Armas, hasta las bellas y elegantes casonas, que todavía están distribuidas por la ciudad.
 

Como nos encontramos genial en Huanchaco, decidimos tomarnos un día de descanso y ocio. Pedro coge una clase de surf y coge sus primeras olas, Alicia, mientras se dedica a correr por el malecón, realizar pequeñas compras, a escuchar música tirada en la playa y grabar los progresos de Pedro.
 


 Nos desplazamos hacia el techo de Perú.






1 comentario:

  1. Seguid, seguid!! vosotros seguid!!que cuanto mas fotos publiqueis mas notareis la envidia a vuestra regreso. besitos

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