viernes, 21 de diciembre de 2012

BOLIVIA

Iniciamos esta entrada deseándoos a todos una FELIZ NAVIDAD y dándoos las gracias por vuestro seguimiento en nuestra aventura.
 
 
Dejamos atrás el maravilloso Perú, donde como ya sabéis  hemos visto grandes cosas, y otras muchas anécdotas que solo pueden pasar aquí.
 
El trámite esta vez fue mucho más rápido y agradable, además cruzar de un país a otro es solo cuestión de pasar un arco, con el Lago Titicaca de testigo.



Ya solo faltaban unos 15 minutos para llegar a Copacabana, (este recorrido es muy bello porque tiene preciosas vistas al Titicaca), la población desde la que se visita el Lago en la parte boliviana. Es un pueblo muy turístico y tranquilo, tiene un mirador al cual se accede a través de una rampa muy empinada y posteriormente por unos enormes escalones que te llevan a lo más alto. Desde ahí, se divisa el pueblo con sus iglesias y sus coloridos mercados, gran parte del inmenso Lago y la  pintoresca bahía llena de pequeñas embarcaciones. 

Desde el mirador "Del Cerro".
 
Vista desde nuestro Hotel.

Cuenta también con unas ruinas incas al otro lado del pueblo, que sirvieron de templo astrológico en épocas pretéritas y  desde donde se observan magnificas vistas.
Horca del Inca

 
Nos gusta disfrutar de la comida local en cada lugar que vamos y esta vez con nuestra compañera de viaje Ainhoa, hicimos lo propio y degustamos excelentes platos en los mercados populares.

Comiendo en el mercado.
Desde Copacabana se accede a la magnífica Isla del Sol, que es un lugar legendario Inca, territorio del nacimiento del sol según su creencia, y fue aquí donde se inició la leyenda mitológica de la creación de esta importante cultura.
La travesía en barco hasta llegar es lenta, pero preciosa, se tiene la sensación de estar en el mar, aunque se esté a casi 4.000 metros, porque sus grandes dimensiones (más de 57.000 Km2) y su color se asemejan mucho a éste. Cuando desembarcas se ve un pequeño museo con restos arqueológicos y fotografías del pasado de la Isla, continúas la visita hacia la zona norte, donde perduran restos incaicos, y de aquí se coge un sendero que atraviesa toda la Isla por la cresta que forman sus montes, desde donde se obtiene excelentes vistas. 

La Isla está en un lugar privilegiado, se puede divisar casi en su totalidad el gigantesco Titicaca, rodeado de montañas y nevados,  donde aparecen nubes que asciende vertiginosamente en diagonal intentando cubrir el enorme Lago.




Ruinas Incas en la parte norte.
Más ruinas Incas.


Desde la cresta, observando el Titicaca.
Tras despedirnos de Ainhoa, nos dirigimos al sur. Para llegar a La Paz desde Copacabana hay que cruzar el Lago Titicaca, los pasajeros pasan en unas barquitas y los autobuses y el resto de movilidades lo hacen en coloridas barcazas, el trámite no es muy lento, pero tampoco rápido.


El camino hasta llegar a la capital es un corredor entre dos grandes sierras, que albergan picos de hasta 6.000m de altitud.


La Paz es una mastodóntica urbe, con una enorme avenida central, y a ambos lados empinadas laderas repletas de casas de oscuros ladrillos que crecen descontroladamente. Es una ciudad de intensísimo tráfico, contaminada, gris y caótica, con pequeños refugios donde ocultarse de tanta vorágine.
 
Posee lindas plazas, altos miradores y estupendos y baratos mercados, donde comer fruta y beber jugos es un placer.

El centro neurálgico de esta gran ciudad es la Plaza San Francisco que debido a estas fechas ofrece una elegante decoración navideña.

Plaza Murillo.
Plaza Murillo, y sus palomas.
Puente de acceso a un mirador.
Detalle de una tienda de artesanía y cuadros locales.
Engalonada Plaza San Francisco.
La Plaza con sus motivos navideños.
Desde La Paz hay una ruta en bicicleta llamada "la carretera de la muerte", (ahora solo es un camino abierto para bicis) que une la sierra con la selva.  La distancia que se recorre son unos 64 km., se comienza en La Cumbre en lo alto de La Paz a 4.700m. y se finaliza en Yolosa a 1.200m. El trayecto es precioso, a la izquierda todo el tiempo hay un enorme cortado con abundante vegetación  y por la derecha bajan constantemente cascadas que hacen el camino muy divertido. Además según vas bajando y vas aproximándote a la selva, la humedad y temperatura aumentan por momentos, y estas caídas de agua sirven de refresco y alivian el calor.  
 
Pedro equipado en La Cumbre.
 
Una de las cascadas del camino.

Alicia al borde del precipicio.

Atravesando una zona de cascadas.
 
Pedro saludando con su bicicleta.

Aprovechando que la ruta terminaba en la selva, decidimos quedarnos y no regresar a La Paz. Visitamos Coroico, un pequeño y tranquilo pueblo desde donde se pueden realizar varias excursiones. Nosotros hicimos la de las cascadas, un conjunto de tres caídas de agua a las que se accede con facilidad. Aunque diluvió toda la mañana, nos dio tiempo a visitarlas y seguir por la tarde con nuestro plan de viajar hacia el sur.

Cascada de San Pedro (1ª cascada).

Niños bañándose en la 2ª cascada.

Camino de vuelta desde Corioco.
Nos dirigimos a las ciudades con más historia de Bolivia. 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

CUZCO, VALLE SAGRADO Y MACHU PICCHU

 
Nuestro viaje por Perú ha sido increíble y casi llegamos a olvidar lo que realmente  deseábamos ver. Cuando llegamos a Cuzco sabíamos que estábamos cerca de Machu Picchu, una de las 7 maravillas del mundo moderno, y la ansiedad se dejaba notar después de casi 7 semanas por Perú.
 
Cuzco es una preciosa cuidad colonial, la capital histórica del Perú y fue la gran capital del imperio Inca. Por su antigüedad y trascendencia, el centro de la ciudad conserva muchos edificios, plazas y calles de épocas precolombinas, así como construcciones coloniales en perfecto estado.
 
El barrio de San Blas, donde se concentran los artesanos, talleres y tiendas de artesanía, es uno de los sitios más pintorescos de la ciudad. Sus calles son empinadas y estrechas con antiguas casonas construidas por los españoles sobre importantes cimientos incaicos. Tiene una atractiva plazoleta con una fuente, que iluminada, es uno de los atractivos de la cuidad.
 
 
Para llegar desde aquí a la Plaza de Armas, pasas por una de las calles más famosas, porque contiene grandes muros incas y su piedra de los doce ángulos. 
 
 
En la  extensa Plaza de Armas están la catedral y la iglesia de La Compañía, además de soportales con sus coquetas balconadas y una fuente con la escultura del Inca que encabezó la resistencia contra la conquista española. 







Hay que destacar también El Coricancha, que fue el santuario más importante dedicado al dios Sol en la época del Imperio Inca y que se encuentra perfectamente insertado en la cuidad.



Cerca la cuidad, se encuentran varias ruinas del poderoso imperio Inca: Tambomachay, Puka Pukara, Q´enqo y la más destacable, Saqsaywamán,  está es una colosal construcción, unida por enormes piedras con gran precisión, aunque la gran mayoría de su estructura fue utilizada por los españoles para construir sus propias casas en la ciudad.  Lo más llamativo son las magnificas fortificaciones en tres niveles en zigzag con forma de puma, y su amplia y verde explanada repleta de vicuñas, donde se celebran fiestas en honor a los incas.  
 

A la salida de este yacimiento, se haya el monumento del Cristo Blanco, que sirve de mirador tanto para estas ruinas como para la ciudad de Cuzco.



En el Valle Sagrado del río Urubamba, hay diversas ciudadelas incas, sus atracciones principales son los majestuosos yacimientos de Pisac y Ollantaytambo.
 
El primero se alza por encima de la aldea en una meseta con profundas gargantas a ambos lados. Esta repleta de senderos al borde de acantilados con varias fortificaciones, enormes puertas de piedra, vertiginosas escaleras y un corto túnel excavado en la roca. En lo alto, se encuentra el centro ceremonial Intihuatana con varios canales y templos bien conservados. También existe una pared plagada de cientos de tumbas incas. 








Los impresionantes andenes de Ollantaytambo sobrecogen al entrar, tras ascender por ellos llegas a la parte principal del templo, con sus enormes y pesados bloques de piedras que te hacen pensar como pudieron colocarlos ahí. Este complejo fue templo y fortaleza a la vez, y está sobre el adoquinado pueblo del mismo nombre, que a pesar del tiempo conserva su identidad. 





De regreso a Cuzco, paramos en la cuidad de Chinchero, aldea donde parece que no ha pasado el tiempo, con sus gentes tradicionales, su Plaza de Armas con su Iglesia del S. XVII y sus terrazas perfectamente conservadas. 





Por fin llegó el momento de la visita a las ruinas incas por excelencia, fueron tres días intensos de saborear el entorno que envuelve al Machu Picchu.
 
El primer día, fue una dura jornada de combi hasta Hidroeléctrica, de ahí tienes que caminar 9km por la vía del tren que accede a Aguas Calientes (Machu Picchu pueblo). El trayecto se realiza en dos horas por la orilla del río Urubamba que rodea el yacimiento, que deja vislumbrar en lo alto de las colinas parte de los asentamientos incas, pero la noche y la lluvia se nos vinieron encima y no pudimos contemplarlo en su plenitud.

A la mañana siguiente, muy de madrugada, comenzamos la subida acompañados de Ainhoa (una amiga de San Sebastián),  en una hora y cuarto de dura y húmeda ascensión por hallarnos en zona de selva, nos presentamos en la puerta de acceso. Entramos antes de que llegase la guía para buscar la primera imagen de Machu Picchu sin que estuviera plagado de gente. Ésta es con neblina y sin tener una perfecta panorámica de la cuidad inca, pero la belleza del lugar te deja sin palabras. Habíamos visto cientos de fotografías pero ninguna le hace justicia, es pura fantasía, hay que verlo en persona y gozar del ambiente que lo rodea.
 
 
 
El complejo es una alta montaña aterrazada que se encuentra en el centro de una hoz enorme que forma el río Urumbamba, parece un lugar mágico, la niebla aparece y desaparece como una pompa de jabón, la lluvia cae en forma de lágrimas de plata que brillan e irradian cuando el gigante sol asoma iluminando todo.
 
No solo las sofisticadas edificaciones de los incas son una delicia, si no que el lugar en el que se encuentran es magnifico,  destacando al fondo el fabuloso pico de Wayna Pichhu. También los nevados y las montañas de  verdes laderas que se  localizan al otro lado del profundo río, son un telón de fondo inmejorable para este prodigioso lugar.
 
Pudimos embriagarnos durante todo el día de este insuperable ambiente, recorriendo pausadamente todos los rincones del complejo, primero con la guía y después por nuestra cuenta: la cabaña del guardián, donde están las mejores panorámicas, el puente inca, Intihuatana en lo alto de una pequeña colina y que es la puerta de acceso del famoso camino inca, el propio asentamiento inca con sus fuentes, el templo del sol,  templo de las tres ventanas, los baños ceremoniales, la tumba real, la plaza sagrada y plaza central, sector residencial e industrial…
 

 
 
 
 
 
 

 









y ascender el empinado sendero que lleva a la cumbre del magnifico Wayna Picchu, desde donde se puede divisar la forma de "cóndor" de la que dotaron al enclave.




Al día siguiente, desandamos el camino hacia Hidroeléctrica, esta vez lucía un bonito sol que permitía ver gran parte de las ruinas desde el fondo del valle. El incesante canto de los pájaros nos amenizaba la solitaria ruta, además podíamos diferenciar las distintas construcciones que observábamos y sus diversos picos.  



Para cerrar este encantador periplo de tres días, vamos a los baños de Cocalmayo, unas piscinas termales naturales bajo un cortado al lado del río. La tranquilidad que ahí se respira es casi total, ya que apenas hay  gente y solo se escucha la corriente del agua. Son estanques de pizarra con el suelo de pequeños  y suaves cantos.  El agua es pura y limpia y en su color azul se refleja el valle.

 
 
                          
Perú se acaba y Bolivia se acerca.