miércoles, 5 de febrero de 2014

CHILE, SUS PAISAJES Y SUS GENTES

Villarrica es un lugar fantástico para disfrutar de la naturaleza, bonito, relajado y accesible en muchos sentidos. Nuestra intención era visitar en esta ocasión su Parque Nacional, ya que la vez anterior fuimos a otros cercanos. Entramos por la zona de Coñaripe, un pueblito chiquito con un lago estupendo y varias termas cercanas que provocan que estos días veraniegos tengan bastante ambiente.

El primer día visitamos la preciosa zona del Glaciar de piroclastos, un nevero de frente negra, producida por la ceniza y la arena volcánica acumulada en el valle. La ruta fue preciosa, con vistas a varios volcanes nevados y al omnipresente volcán Villarrica; en la parte inicial hay un gran bosque  de especies autóctonas y las montañas tienen una gran variedad de tonalidades producidas por los minerales.

Ahí tuvimos de nuevo la ocasión de conocer a gente maravillosa, Goyo y Tuto nos acompañaron desde que llegamos al paredón oscuro del glaciar, comimos con ellos y charlando amigablemente bajamos hasta su auto-caravana, en la que nos llevarían al pueblo de Villarrica tras recoger previamente nuestras mochilas del hostal de Coñaripe. Ellos son un matrimonio fantástico, simpáticos y muy aventureros, nos parecieron una pareja perfecta, ojalá dentro de unos años sigamos con esas ganas, como ellos de conocer e indagar lugares tan preciosos como este que visitamos juntos.

Un cóndor sobre nuestras cabezas.
Las preciosas araucarias.
El Glaciar Negro con el Villarrica al fondo.

Volcán Lanín.
Bajo el Glaciar Negro.
!Qué contraste de colores! con los volcanes Quetrupillán y Lanín.




Bajando en compañia de Goyo y Mª Luisa.


Llegando a su "motor-home".
El bosque de araucarias, coigües y lengas.


Al día siguiente subimos por la otra vertiente  hacia la ruta a los cráteres; el camino pasa varios pequeños valles de sube y baja, para ir tomando altura por un bosque de lengas y coigües. Se pueden apreciar perfectamente los lugares por los que la masa volcánica erupcionó, incluso salía vapor caliente por algunas de las infinitas grietas que ascendían de las profundidades de la corteza terrestre.

El humeante Villarrica por su cara norte.
Uno de los varios cráteres.
Una vez ubicados en la carretera para retornar a Villarrica, de nuevo Chile nos mostró su lado más solidario y humano, Daniela y su adorable abuela nos subieron a su auto, por el camino Dani llamó a su mama para decirle: "he conocido a unos españoles muy simpáticos, ¿hay comida suficiente para que vengan a almorzar con nosotros?". Fue el principio de un día genial en compañía de una familia formidable, disfrutamos con cada uno de sus miembros. Montamos en moto de agua, comimos y bebimos muy rico, admiramos el lago y el volcán Villarrica desde su estupenda casa, jugamos a las cartas hasta las 2 de la mañana, pero sobre todo nos hicieron sentir como en casa, muchas gracias por todo.

En las aguas del lago Villarrica y con el Volcán del mismo nombre.
Pedri, "manejando" la moto de agua.

Con la familia Villaseñor.
Daniela haciendo esquí acuático.
La familia Villaseñor-Flores.
El día siguiente tocaba hacer una kilometrada hasta Talca para recoger nuestras maletas, despedirnos definitivamente de nuestros amigos talquinos y renovar nuestra mochila para ir al desértico norte chileno. Nos hospedamos en casa de Angélica, cenamos con sus hijos Benja y Diego, los campeones de enduro chilenos. El lunes recogimos algún regalo, preparamos la mochila, comimos una vez más con la adorable familia Henriquez-Contreras (la despedida fue dura, pero esperamos verles pronto de nuevo), cenamos con Angélica y algunos de sus hijos y dormimos con la tristeza de abandonar Talca por mucho tiempo.


Al día siguiente, partíamos a Santiago a dejar el equipaje, cerrar los cambios de los pasajes a España y comenzar el periplo por el norte de Chile.