sábado, 23 de mayo de 2015

PANAMA, EL ISTMO DESEADO.


Panamá es un país que siempre aparecía en nuestro mapa con una luz roja como un lugar interesante y seguro, sin explotar a tope turisticamente, con variedad de atractivos y situado en una zona geográfica privilegiada; su ubicación se extiende de oeste a este limitando al norte con el Mar caribe y al sur con el bravo Pacifico.

Conseguimos juntar unos días libres para poder recorrer parte del país y de paso aprovechar el clima para olvidarnos por un tiempo del riguroso invierno europeo.

El despegue fue seguramente en el que más miedo hemos pasado, nada más salir de Madrid hubo 10 minutos de intensas turbulencias con violentos vaivenes del avión que nos hizo pensar en lo peor.

Al llegar al aeropuerto de Tucemen no asistió nadie a recogernos al, el hostal que reservamos para la primera noche prestaba ese servicio pero no pudieron asistir, así que nos toco buscarnos la vida para llegar desde el lejano aeropuerto al hostal, la solución fue un taxi compartido con unas jóvenes israelitas, que regateando no salió mal de precio. De camino divisamos al fondo los imponentes rascacielos y también partes menos señoriales de la enorme urbe.

El día fue largo teniendo en cuenta además el cambio horario, así que aprovechamos la tarde-noche para salir a comprar la cena y descansar en los 2 amplios patios del hostal, bañito incluido en la piscina para quitarnos el agobiante calor.

A la mañana siguiente madrugamos bastante (ayudados también por el cambio horario), ultimamos la ruta a seguir en este periplo por Panamá y después del rico desayuno del hostal y las indicaciones del chico mexicano que trabajaba allí, nos dispusimos a recorrer la ciudad.

Eran las 8h cuando salimos, el calor era insoportable, así que el frío del invierno se nos olvido en un instante. Llegamos en el moderno y ágil transporte público al centro de Ciudad de Panamá, concretamente a la Plaza  5 de Mayo, de ahí cruzamos la gran Avenida Balboa para llegar a la calzada que discurre junto a la bahía. Sobre el puente de la gran Avenida observamos la interminable hilera de rascacielos que se extienden a lo largo de toda la costanera.

1ª vista de la linea de rascacielos

Ya bien ubicados en el cuidado y ordenado paseo marítimo nos dirigimos tranquilamente al Casco Viejo, enseguida nos topamos con el bullicioso Mercado de Mariscos. Para acceder al Casco Viejo hay que cruzar un enorme corredor de vehículos que se introduce en el océano para reducir el intenso tráfico de la ciudad. Está zona posee aún el rico pasado colonial, es una pequeña península que aguanta al empuje de los mastodonticos rascacielos. 

Dentro del Casco Viejo paseamos entre sus dejadas y desconchadas calles;  el imponente Palacio Presidencial, La Catedral Metropolitana, plazas con cierto encanto, gran variedad de edificios coloniales y el Paseo Esteban Huertas en la parte más alta de la península adornado con bóvedas recubiertas de frescas y coloridas flores, un lugar perfecto para observar la tremenda linea de rascacielos. Paseando entre las bóvedas asciendes al gran y antiguo bastión que te deja en la Plaza de Francia donde destaca la escultura de Lesseps, impulsor del primer intento de construir el Canal de Panamá, pero su intento fallido se llevo la vida de más de 20.000 hombres.


El puerto pesquero con el skiline panameño al fondo

Caso Viejo de Ciudad de Panamá

Puesto de sombreros típicos panameños.


Casco viejo, rascacielos y la autopista marítima.
Plaza de Francia, coronada por el  gallo francés..


Nos alejamos del Casco por delante de la casa de Góngora, directamente por la mítica Avenida Central, siempre repleta de gente deambulando entre las miles de tiendas, super y puestos que existen. Salimos de nuevo a la Plaza 5 de Mayo, dejando atrás el infernal jaleo de la gente y la horrible música de los numerosos locales. Cerca de aquí comimos en un pequeño puesto callejero para aliviar el hambre y la sed, ya que el calor y la humedad aquí son invencibles.

Tranquilamente paseamos por en centro y sus cuadriculadas calles de oficinas, subimos a la Plaza Porras donde se ubica la Embajada de España y el Ayuntamiento, de ahí nos deslizamos cuesta abajo por la calle Ecuador hasta el bonito monumento a Vasco Nuñez de Balboa ya a pie de la bahía y bajo el skyline panameño. Andamos por la solitaria calzada de la bahía a esas horas intempestivas y llegamos al extremo Punta Puntilla donde la concentración de edificios es más numerosa, ¡el clima pedía otra parada!.



Municipalidad de Panamá..
En el monumento a Nuñez de Balboa.








Desde aquí cogimos un bus a Panamá Vieja, el primer lugar elegido por los españoles para levantar la ciudad en el s. XVI y que fue destruida 150 años después por el famoso pirata Morgan. Es un lugar agradable al lado del Pacífico, se distingue su estilo por sus empedradas calles y sus ruinas dejan entrever el lugar que fue, la típica ciudad renacentista española; Plaza, Iglesia y calles cuadriculadas rodeándolas. La Torre de la iglesia es un símbolo nacional y representa resistencia y eternidad para el pueblo panameño.


Torre y parte de las ruinas de Panamá Viejo.




Volvimos  a la Avenida Balboa a ver caer el sol lentamente bajo la amenazante línea de rascacielos, ahora el ambiente era espectacular, familias enteras y gente muy joven entre las praderas y el rompeolas se divertían refugiados en la sombra alargada de la mole de rascacielos a pie del frescor del océano. Es un placer poder disfrutar y experimentar lugares así, con ambientes sanos, tranquilos y seguros, señal de la estabilidad y democracia de un país, aunque por supuesto que no es lo habitual en Panamá. 


Descansando y disfrutando de las vistas al atardecer.




A la mañana siguiente tuvimos que buscar otro alojamiento , el nuestro estaba lleno y eso nos trastocó un poco los planes (cosas de mochileros). Este día nos dirigimos a la Calzada de Amador, un estrecho trozo de tierra que se alarga hasta unas pequeñas islas durante 6 Km y que fue construido con la tierra sacada de la construcción del Canal. Este camino discurre entre el Canal y un lateral de la bahía, pero estaba en obras de ampliación y no podíamos ver al otro lado la linea de altos edificios, así que andamos por el lado del Canal divisando como encaraban los barcos la entrada al mismo. A la entrada de la calzada hay un museo de vivos colores donde se explica el origen y desarrollo del istmo panameño. Por la tarde aprovechamos el jacuzzi del hostal para darnos un relajante baño.


Vista de la Ciudad desde la Calzada de Amador.
Calzada de Amador con el puente de Las Americas al fondo (Inicio del Canal)
Museo de la BIodiversidad. Calzada de Amador.
El imponente Puente de Las Americas que da entrada al Canal de Panamá.

Al día siguiente fuimos al norte a la segunda cuidad más grande del país con la intención de visitar el precioso Fuerte de San Lorenzo y las esclusas de Gatún, pero todo se trunco en la misma terminal de bus, intentamos conseguir información para la visita, pero solo se podía llegar en taxi, preguntamos a unos pocos pero el precio era desorbitado, a la vez los policías nos custodiaban y aconsejaban salir de allí, así que lo mejor fue salir de ese lugar y no tomar riesgos. Dejamos la decrepita y peligrosa Colón camino de Portobelo en un bus de los famosos Diablos Rojos, con la tristeza de no poder realizar 2 visitas importantes y la tensión palpitante de sentir el peligro en nuestras carnes.


El "Diablo Rojo" que nos llevó a Portobelo.
La carretera serpentea entre verdes montañas de frondosa vegetación con casitas de madera y techos de paja diseminadas por todos los sitios, el Diablo paraba a cada momento, normalmente al pie un caminito que sube zigzagueando entre el túpido verdor en busca de los básicos hogares de los lugareños, aunque en ninguno de ellos falta una hamaca y una parabólica roja, que ponen el punto de uniformidad entre el colorido de las edificaciones. Tras casi 5h para hacer 100 Km, el Atlántico se deja ver entre la espesa barrera verde y con el aire lozano del océano corriendo alegre entre el autobús ahora casi vacío, relajándonos del monstruoso agobio del bus atestado de gente y ventanillas cerradas cada vez que caían 4 gotas en el inicio del trayecto.

A priori Portobelo nos pareció un lugar lúgubre, con fachadas desconchadas y casitas sucias por la humedad y la dejadez, pero en realidad es un lugar  acostado en la nostalgia de tiempos de piratas y  recogido en la calma de una gran ensenada. Nuestro alojamiento no pudo ser mejor, a pie de la profunda y redonda bahía, con hamacas en una gran terraza de la planta superior y llena de bonitos detalles desde donde poder observar el hermoso puerto y sus preciosos fuertes. Realmente fueron unos días encantadores, disfrutando del olor a salitre, degustando el exquisito pan artesanal en nuestra terraza, sintiendo la dulce sensación de protección de un hogar seguro en medio de las tremendas tormentas caribeñas y descubriendo la melancólica época de piratas, oro y fuertes del Caribe.

Este lugar fue descubierto por Cristobal Colón en 1502, en su cuarto viaje, atrajo la atención del almirante por su inigualable belleza y la seguridad de su bahía, de ahí el nombre de Portobelo. Colón no iba muy desencaminado en sus afirmación, en  1980 las ruinas de las fortificaciones fueron declaradas Patrimonio dela Humanidad por la UNESCO dentro del conjunto denominado Fortificaciones de la costa caribe de Panamá. 


Nuestro alojamiento en Portobelo.




En Portobelo pudimos disfrutar de la fortaleza  Santiago de Gloria, situada en la entrada del pueblo, una magnifica fortaleza que conserva su carácter bélico y que mantiene su talante de vigía ante cualquier ataque. 

El fuerte de Santiago de Gloria.

Vista desde lo alto del Castillode Santiago de Gloria
También visitamos en espectacular Fuerte-Batería de San Jerónimo, insertado en medio de la ciudad y al lado del bien conservado edificio de la Aduana.


Entrada al Fuerte de San Jeronimo



San Jerónimo con la Aduana al fondo-




Al día siguiente cruzamos la bahía en el Kayak del hostal,  llegamos a la opuesta ladera selvática del Fuerte de San Fernando, amarramos nuestra embarcación y nos dispusimos a explorar el bien conservado fuerte. Las vistas que hay de la bahía entre palmeras, adornada con los veleros y con Portobelo al fondo,  es una delicia. La fortaleza mantiene cañones, garitas y varias estancias en buenas condiciones, un poco más arriba se encuentra Casamata, otra pequeña fortaleza que complementa a la inferior. Hay que tener en cuenta que está zona era acumulación y transito del continuo flujo de oro que los españoles mandaban a la peninsula, por está razón fue objeto de muchos intentos se saqueo y por aquí estuvieron míticos y grandes piratas como: sir Henry Morgan, Francis Drake o William Parker.

Vistas desde el fuerte de San Fernando











Avanzando mar a dentro pegados a la linea costera nos topamos con unos cayucos de pescadores que nos indicaron que la 1ª playa que buscábamos se encontraba nada más pasar el siguiente saliente, remamos con fuerza en contra del oleaje hasta que nos colocamos en mitad de la entrada de la pequeña y solitaria playita, rodeada de espesa y frondosa vegetación y adornada por su arena dorada y unas cuantas palmeras que hacían del lugar un sitio especial. A la vuelta visitamos desde el Kayak la fortaleza de Santiago de Gloria para admirar las deliciosas vistas de los contrafuertes y los imponentes paredones de su castillo a vista de mar.


Por fin el la solitaria e inaacesible 1ª playa.

Viendo la cercanía al noreste panameño, muy cerca ya de Colombia, valoramos cambiar la ruta inicial y llegar a las islas de  Kuna Yala por travesía marítima, sabiendo la gran dificultad de está opción

Seguiremos contando.