jueves, 25 de junio de 2015

DESCUBRIENDO EL INTERIOR DE PANAMÁ

Para llegar al objetivo de Kuna Yala aún debíamos seguir al este por la costa atlántica, la distancia no era mucha para llegar a Miramar, el lugar donde nos habían dicho que quizás podríamos zarpar dirección a la región Kuna. Debido al pésimo transporte de esta zona duramos un par de días en llegar, eso si, aprovechamos algunos lugares en el camino para relajarnos del pesado viaje y gozar de ambientes caribeños de ensueño.

Aunque madrugamos para aprovechar la jornada, nos toco practicar el entretenimiento caribeño por excelencia, ver pasar la vida sin más. Al llegar a la parada de bus había varias personas esperando, pero nadie supo decirnos a que hora pasaba, la gente esperaba sin ningún estrés, observando simplemente lo que transitaba por delante de su vista, vidas anónimas que deambulaban pausadamente en el desarrollo de variadas actividades.

La primera parada fue en Palenque, un tranquilo pueblito de sencillas casas, calles sin asfaltar y repleto de palmeras que amortiguan el bronco rugido del Océano. Estuvimos paseando y leyendo bajo el silencio que mece el Caribe con refinado cuidado, degustando con todos los sentidos un lugar tan apacible.

La hermosa playa de Palenque.


Después de comer salimos dirección La Guaira, al llegar aquí buscamos alojamiento y rápidamente nos dirigimos al pequeño muelle para cruzar a Isla Grande, este es un lugar frecuentado por el turismo nacional, aunque por estas fechas fuera de temporada, es una delicia disfrutar en soledad de este lugar. Al este de la pequeña isla hay un añejo faro con intervención en su construcción del famoso Eiffel, desde donde divisar maravillosas vistas de la isla y del Caribe. Deslizándonos por el meloso paseo a orillas del mar cruzamos la isla hasta el oeste para aprovechar las playas caribeñas.

Playa de La Guaira
Vista al fondo a la derecha de Isla Grande desde playa de La Guaira
Faro de Isla Grande

Vistas desde el Faro
Playas del oeste de la Isla Grande.


Desde La Guaira quedaba el último tramo, cuyo camino casi en su totalidad era de tierra, había muy poco transporte y tras varios transbordos y realizar el tramo final a dedo, llegamos al minúsculo Miramar. Desde el primer momento advertimos las dificultades para llevar a cabo nuestro plan, indagamos, preguntamos y nos informamos todo lo que pudimos, pero la mala mar y sobre todo el aumento de rigidez de la Aduana Internacional tras un gran alijo de droga detectado días anteriores, trunco nuestro objetivo. Aquí esta prohibido llevar pasajeros en embarcaciones comerciales o empresariales, pero normalmente tras una sencilla negociación se puede embarcar, aunque de vez en cuando las condiciones cambian por la cercanía a la frontera Colombiana. Lo intentamos de todas maneras, hablamos con particulares, capitanes de barcos, etc... pero fue imposible.

Al menos tuvimos suerte de no perder otro día más, después de comer salía un bus directo a Sabanitas, ya en la Panamericana, desde allí aunque nos costo un poco y fuimos de pie alrededor de 1h, finalmente llegamos al anochecer a Ciudad de Panamá.

Madrugamos para llegar al Terminal de Buses Albrook en Ciudad de Panama y coger el bus al Valle de Antón, ya en el interior. El trayecto fue demoledor, la buseta de mínimos espacios para las  piernas poco a poco fue cargándose de gente y la situación de amontonamiento era agobiante, además la música hortera y atronadora rompía en la cabeza como el guirigay de de niños en un recreo cuando tienes jaqueca. Por si esto era poco al salir de la Panamericana la carretera se volvió retorcida y sinuosa, sintiendo el peligro en cada curva que el adolescente chófer tomaba sin ninguna precaución.

El Valle de Antón es un lugar relajado con muchos atractivos naturales en sus alrededores. Nada más llegar nos aprovisionamos en una riquísima panadería local y nos dispusimos a explorar algunas cascadas y ríos cercanos. A pesar del bullicio y movimiento de gente en el pueblo, los alrededores estaban solitarios y apenas nos encontramos con gente.

Visitamos las cascadas del Macho y de las Mozas, dos espectaculares saltos de agua en los alrededores de Antón. Avanzada la tarde nos dirigimos a la rutas de los Arboles Cuadrados y a la de las llamativas Ranas Doradas, menos mal que preguntamos a un señor si íbamos bien, no estábamos en la dirección correcta y además estaba mucho más lejos de lo que creíamos, amablemente y a cambio de 1$ accedió a llevarnos. Realmente no fue tan espectacular como pensábamos, había unos cuantos arboles cuadrados y las ranas por problemas de una plaga están en un mini-zoo y es prácticamente imposible verlas en libertad. 

La vuelta ya casi de noche la hicimos a pie a pesar de la distancia, pero el tiempo a esa hora es muy agradable en la zona montañosa del interior de Panamá, pudimos observar las lujosas y espaciosas casas que por aquí se estilan, ya que es una zona vacacional de cierto nivel económico.

Cascada Las Mozas



Al día siguiente tocaba de nuevo paliza de bus para llegar a pies del Volcán Barú, primero retornar a la Panamericana, este primer tramo fue cómodo ya que conseguimos asiento desde el inicio, en el cruce nos cogió rápidamente un bus directo que iba a Santiago (una de las ciudades más grandes de Panamá), eso si acoplados en el pasillo en unos taburetes de plástico.

Una vez en la terminal de Santiago localizamos la buseta que salía a David, pero nos tuvieron cerca de 1h apiñados en los estrechísimos asientos hasta que se lleno y pudimos partir. El trayecto fue horrible, embutidos en esos despiadados y rígidos asientos , la carretera en obras, por si esto fuera poco, nos pararon en un control policial una media hora, como todo iba amontonado costo localizar nuestra documentación original, todo quedo en un pequeño susto y en un insufrible trayecto de 4,30 larguísimas horas.

Nuestra buseta parada en el control.
Desde David nos quedaba el último tramo hasta Boquete, ya en las faldas del mítico Barú. Llegar a David nos llevo 1h exacta de reloj y dimos por concluido el penoso e infinito viaje. 

En Boquete conseguimos un refrescante y dotado alojamiento a orillas del río que nos vino muy bien para reponer fuerzas.

La idea de llegar hasta aquí era la de subir el famoso volcán Barú y disfrutar de sus maravillosas vistas a ambos océanos, para ello se necesita subir de noche y llegar en el amanecer. Todo estaba preparado para ello, a pesar del cansancio del viaje, compramos comida y bebida, cenamos fuerte para aguantar el esfuerzo, preparamos la mochila y los frontales y nos apuntamos en el hostel desde donde sale estrictamente a las 00,00h el 4x4 que te lleva al inicio de la ruta. Todo quedo diluido en el tremendo aguacero que cayo durante toda la noche y parte de la mañana. 

Fue una pena no poder realizar la ascensión, a cambio en la mañana siguiente, a primera hora y aún lloviendo nos dirigimos a realizar la ruta de los Quetzales. Como su nombre propio indica famosa por la observación de estas aves tan exóticas, además la región de Chiriquí mezclan montañas bajas con bosques sub-tropicales dando lugar a una vegetación exuberante y frondosa. La lluvia aún era fuerte cuando tras 1,30 larga en bus llegamos al inicio de la ruta en Alto Chiquero, el guarda-parques nos cobro como panameños valorando nuestra valentía. El camino estaba lleno de barro y agua por todos los lados y el verde lo cubría todo de forma abrumadora. Poco a poco despejo el día y decidimos decender todo el valle andando hasta Boquete. Es una valle lleno de campesinos, mayormente de la colorida tribu NGABE – BUGLÉ, con pequeñas aldeas que se cuelgan en las empinadas laderas del Barú.  El valle esta lleno de cascadas y tierras de labor verticales, dando al lugar una escénica impresionante.

Ruta Los Quetzales





Antes de llegar al pueblo y en una zona residencial donde vienen a pasar su retirada dorada muchos gringos, se encuentra el precioso "Mi jardín es tu jardín", un lugar idílico donde pasear y disfrutar del encanto de un parque admirable.

"Mi jardín es tu jardín"





El arco-iris cubriendo el volcán Barú y Boquete.
Viajar en bus por el interior de Panamá a pesar de las incomodidades y dificultades que conlleva, tiene su interés, descubres el paisaje típico panameño, con sus grandes ríos, colinas de todos los tamaños colmadas de tupida vegetación que rodean la carretera a modo de barrera protegiendo su legado, casitas de madera levantadas con unos cuantos listones repartidas por todo el territorio vigilan el camino, (siempre hay una mirada furtiva tras alguna ventanita), y como no, el gran volcán Barú, divisado desde casi cualquier lugar del país, mostrando altivo su enorme magnitud. 

Moverse por zonas menos urbanas conlleva ver el constante ajetreo en bus de sus engalanados estudiantes, uniformados, arregladitos y maniáticos con sus peinados impolutos, ellas con sus faldas a tablas y ellos con sus pantalones, normalmente azules oscuros, y siempre el escudo de su colegio bordado en sus relucientes camisas blancas. Aunque a veces suponen molestias, normalmente trasmiten alegría con sus sonrisas perennes dibujadas en sus amplias bocas, te entusiasman con su espíritu risueño y activo. Es muy normal ver a niños de 4-5 años desplazándose solos en bus para ir al colegio, esto contrasta con nuestros niños/as occidentales, que incluso se les deja en el coche en la puerta del instituto,  pero este es uno de los muchos signos donde se muestra que la vida de acá te exige más desde el primer momento.

Otra de las características de Panamá es la lluvia, está da el color al país, hace que todo se cubra de verdey el campo se floree . Habitualmente caen en forma de trombas, grandes cortinas de agua enfurecidas acompañadas de viento feroz empapan todo en cuestión de segundos. También hay otra lluvia más fina y constante, está la padecimos en Boquete, las nubes acumuladas en las montañas impulsadas por el viento, sueltan pequeñísimas gotas de agua que humedecen todo a la que se desliza por los valles, es el llamado "bejaraque". 

Panamá es contraste, hay 2 ritmos de vida; uno el pausado y relajado caribeño y otro mas moderno y acelerado en las grandes ciudades.

Combinando ritmos de vida de Panama
Las famosas matriculas de Panamá

Al final viajar de mochilero es descubrir, mezclarte y poner los 5 sentidos en alerta, y podemos decir que Panamá es capaz de ofrecerte todo esto.

El viaje continua hacia las embaucadoras islas de Panamá, MARAVILLOSAS!!!